Si se parte del principio inmutable que asegura que todas las personas poseen el mismo nivel de inteligencia, la respuesta más acertada a esa pregunta ha de ser: Que el genio aprendió a preguntarse por qué y a buscar la respuesta mientras que la persona común se pregunta por qué y espera que otro le dé la respuesta.
Pero la respuestas a cualquier pregunta no se dan en macetas, ni se consiguen en todos los libros y, mucho menos, surgen con facilidad de la boca de aquellos que consideramos sabios. Las respuestas a las preguntas se encuentran gracias al esfuerzo y la dedicación que se dedique en indagar acerca de ellas y, sobre todo, a crearlas si los elementos que se encuentran no son lo suficientemente convincentes.
Para poder encontrar respuestas hay que poseer suficiente información y, a la vez, gozar de un amplio conocimiento. El conocimiento surge de la experiencia, el contacto con datos confiables, medibles y sostenibles que gozan de lógica, aceptación y una buena dosis de oposición que impulsa al hombre a seguir indagando.
El conocimiento adquirido por la experiencia resulta de sumo interés debido a que gracias a él se han documentado y transferido las consecuencias de un evento o lo profundo de una reflexión y, con ello, se ha dado origen a los datos que hacen posible la educación académica, la cual no es otra cosa que un compendio de información ordenada y ajustada a una parte de la realidad que se desea explorar y de la cual se espera ser especialista.
Sería sencillo para la mayoría si los datos que generan el conocimiento fuesen estáticos y repetitivos, pues al igual que una oración que se reproduce constantemente sin alteración; se aprenderían de memoria y no sería necesario escudriñar más en su concepto.
Pero, tal y como lo afirmó Heráclito “lo único constante es el cambio” y esa verdad inevitable es lo que ha permitido al hombre alcanzar el nivel de conocimiento que posee en el presente aún cuando un importante número de paradigmas que había logrado desarrollar han sido prácticamente erradicados del inconciente universal y, por lo tanto, hoy no se goza de tantas ventajas como alguna vez pareció ser el día a día.
En el pasado el hombre era sometido a una suerte de tormenta de conocimientos que lo convertían en un verdadero poseedor de una visión 360 del mundo en que vivía. Conocía de idiomas, ciencias, cálculos y de todo cuanto fuese necesario para que su creatividad generara las ideas que han hecho posible los avances de los que hoy goza la humanidad.
Hace unos cinco mil años el conocimiento y el saber dejaron de ser simples figuras dibujadas en cavernas y se convirtieron en escritura gracias a los Sumerios. Esa onda expansiva alcanzó a civilizaciones como la Egipcia, la Griega y la Romana mientras que de una manera inexplicable hacia lo propio en América y Asia.
Existen registros que demuestran que el hombre antiguo era educado en todas las ciencias conocidas para la época, el Moisés histórico, por ejemplo, fue instruido y formado por los más importantes sabios del Faraón, aunque tal situación hace suponer, y con razón, que pocos tenían acceso al conocimiento existente.
Otro ejemplo de lo diverso, extenso e importante estar debidamente formado en el mundo antiguo fue sutilmente representado en la película Brave Heart, de Mel Gibson, cuando en la interpretación de un personaje real, Sir William Wallace (1270 – 1305 d.C), introduce un diálogo donde su prometida le manifiesta no saber leer y le pide a Wallace que le enseñe a hacerlo y éste le pregunta “¿en qué idioma?”.
A lo largo del film pueden apreciarse eventos donde la educación compleja recibida por el personaje le sirvió para afrontar con éxito la mayor parte de su empresa.
Pero uno de los ejemplos más significativos de la envergadura que poseía el conocimiento en el pasado se encuentra en la vida y obra del ingenioso Leonardo Da Vinci (1452 – 1519 d.C) quien se convirtió en la referencia obligada del Renacimiento y que, sin duda alguna, ha de ser el modelo a seguir en el siglo XXI y en los venideros.
Pero uno de los ejemplos más significativos de la envergadura que poseía el conocimiento en el pasado se encuentra en la vida y obra del ingenioso Leonardo Da Vinci (1452 – 1519 d.C) quien se convirtió en la referencia obligada del Renacimiento y que, sin duda alguna, ha de ser el modelo a seguir en el siglo XXI y en los venideros.
Leonardo se destacó en casi todas las disciplinas conocidas para su época, fue escritor, científico, pintor, escultor, investigador y sobre todo un gran inventor. Toda esa versatilidad le otorga a Da Vinci un sitial de honor en la historia que lo clama como un verdadero genio, pero la verdad es otra.
Leonardo era una persona común que simplemente no esperó obtener la respuesta sus preguntas a través de otras personas ni se conformó con los paradigmas dominantes de su época.
Estudió, cuestionó y respondió muchas de las interrogantes que se hizo y desarrollo la capacidad de mirar más allá de las limitadas fronteras de su tiempo.
Cuando la humanidad se estaba apenas adentrando en el mundo de la anatomía moderna ya Da Vinci había descubierto la causa de la arteriosclerosis y algunas de sus posibles causas.
El hombre no pensaba aun en el uso de maquinas sofisticadas para hacer frente a las batallas cuando Leonardo ya había ideado el Tanque de Guerra y el Traje de Buzo.
Fue su curiosidad la que lo impulsó a extender los límites de lo conocido y ha dejar un legado que aún hoy asombra al mundo.
Fue su curiosidad la que lo impulsó a extender los límites de lo conocido y ha dejar un legado que aún hoy asombra al mundo.
1 comentario:
SIN DUDA ALGUNA UN TEXTO EXCELENTE, NO SOLO MUY BN REDACTADO, SINO INSPIRADOR Y ASOMBROSO, EL CUAL NOS HACE REFLEXIONAR ACERCA DE LO Q ESTAMOS HACIENDO CON NUESTRAS VIDAS...
muchas felicitaciones...
hasta luego...
exitos para tu vida...
;)
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