Bestiario

Hace poco se inauguró en Peking la exhibición de arte “El hombre y su mundo visto a través de seis siglos de arte italiano de la colección del Museo Estatal de Florencia”. La exhibición muestra más de ochenta piezas maestras del arte italiano, de Milán a Roma y de Venecia a Nápoles, del siglo XIII al XIX. Incluye obras de Botticelli, Mantegna, Raffaello, Andrea del Sarto, Bronzino, Caravaggio, Guercino, Longhi y Leonardo da Vinci.

Allí también aparecían los trabajos de Leonardo da Vinci (1452-1519). ... encontré un dibujo, de escasas dimensiones, de una cabeza femenina, realizado sobre papel. Lo contemplé con una mezcla de emoción y sorpresa. Al lado de la testa de la hermosa mujer, un gran panel reproducía algunos dibujos anatómicos de Leonardo: disecciones de fetos dentro de sus matrices y vulvas y vaginas, también diseccionadas. El Leonardo artista y el Leonardo científico. Nada más.

Me dirigí luego a la librería del lugar de la exhibición y allí estaba aguardándome Leonardo da Vinci, ya anciano, en la portada de un hermoso libro editado en Italia. Adquirí el volumen único de inmediato y di con un Leonardo que desconocía: el escritor. Decidí, en ese momento, traducir una selección de su insólito Bestiario.

Un bestiario es una colección de breves descripciones de los hábitos de toda suerte de animales, reales e imaginarios, de aves y aun rocas, acompañada por explicaciones moralizantes.

Fue un tipo de literatura familiar que sobrevivió hasta el Renacimiento. Aunque trata del mundo natural, no significa que sea un texto científico y no debería leerse como tal. En algunas ocasiones los bestiarios contienen textos que son francamente de carácter mítico y envuelven a animales legendarios tales como el basilisco y el fénix.

Los bestiarios en occidente aparecieron en Inglaterra en el siglo XII, como una compilación de muchas fuentes primarias, siendo la principal el Physiologus, escrito en griego, probablemente, en Alejandría, alrededor del siglo IV d.C.

El Bestiario de Leonardo da Vinci demuestra su profundo respeto por la armonía del cosmos, donde cada animal posee precisas características: encontramos perdices ladronas, águilas que son generosas, zorros que se convierten rápidamente en artistas, halcones solitarios y arrogantes, voluptuosos murciélagos, hipócritas cocodrilos e indomables panteras.

En el Bestiario existe una extraña mezcla de intereses. Leonardo, en ocasiones, se presenta simplemente fascinado por lo exótico. Sin embargo, muchas de las criaturas están incluidas con el objeto de que sirvan de alegorías. Esto es particularmente obvio cuando la cualidad que ellas representan va unida a la descripción de la criatura misma.

Otras veces, el interés de Leonardo está en su reconocimiento como científico: en la recolección de criaturas que podía disecar. Algunas de las criaturas (como las cicadas) debieron haber sido familiares a Leonardo; otras (como los elefantes), menos familiares o conocidas solamente a través de un rumor confiable y, aun otras (como la anfisbena bicéfala o el cocodrilo muerto por el icneumón), completamente imposible que las haya visto.

Si el Bestiario tiende a mostrar a un Leonardo en su más “medieval” aspecto, esto pertenece más a la tradición que a los hechos observados y posee más ansiedad por alegorizar que por analizar. Sin embargo, se revela ante nosotros lo que es una aproximación a lo moderno: el énfasis del Renacimiento por la observación y el descubrimiento más que por la autoridad de los maestros de la antigüedad.

No olvidemos que Leonardo insistía en esta afirmación: “Quien discute apoyándose en la autoridad no está usando su pensamiento, sino la memoria”.

No es comúnmente sabido que Leonardo da Vinci se divertía, ya en sus postreros años, componiendo un bestiario. Los escritos de él pasaron por innumerables vicisitudes. Fueron publicados en los siglos XIX y XX en Milán, París, Londres y Turín.

Aunque influenciado por el clima de opinión neoplatónico, Leonardo origina algo nuevo en la cultura italiana. Él vive puertas afuera, en lo abierto, y con un lápiz, toma notas de lo que observa en el cielo: “La luna, densa y pesada, densa y pesada, ¿cómo es la luna?”.

Dejemos como colófón, que sea Giorgio Vasari (1511-1574), quien se encargue de recordarnos una semblanza de Leonardo da Vinci:

“Los grandes dones son frecuentemente vistos, en el curso de la naturaleza, mojando con celestiales influencias a las criaturas humanas y, algunas veces, de supernatural elegancia. Belleza, gracia y talento están unidos, inmensamente, en una sola persona, de tal manera que cuando uno pone su atención, cada acción suya es tan divina que sobrepasa a todos los otros hombres y se hace a sí mismo claramente conocido como algo otorgado por Dios y no adquirido por el arte humano.

Esto ha sido visto por los hombres en Leonardo da Vinci, en quien, además de una belleza corporal nunca suficientemente encomiada, hay una infinita gracia en todas sus acciones y tan grande fue su genio como su crecimiento que, ante cualquier dificultad que se encontrara su mente, él superaba la dificultad con facilidad. En él hubo una gran fuerza corporal, unida a la destreza, con un espíritu y un coraje, leal y magnánimo, y la fama de su nombre se incrementó y no solamente en vida logró estima, sino que su reputación llegó a ser tan grande para la posteridad después de su muerte...”.

1 comentario:

Leandro Hernandez dijo...

hola que lastima que nadie lea esto esta muy lindo saludos